Nace en la
Ciudad Histórica La Guaira el 14 de enero de 1799, hijo del holandés Juan Martín Boset y de María Luisa del
castillo, oriunda de Coro. Fue un eminente
y controversial miembro de la iglesia, ocupando en sus inicios para 1837 el cargo de
Cura Párroco de Altagracia en Caracas.
El 8 de ese
año, el Presbítero Dr. Juan Hilario boset informaba al Provisor, Vicario
General y Gobernador interino del Arzobispado, Presbítero Dr. Domingo Quintero,
del recibo de un oficio del Juez Político del cantón, donde se le invitaba a
hacerse cargo de la Iglesia de la Merced, sus vasos sagrados, ornamentos y demás
objetos del culto, de los cuales debía recibirlos al día siguiente.
El Padre Boset
solicitaba instrucciones al Provisor, y este le contestó en forma tajante: “que
si para ministrar y servir esa iglesia, no lo podía hacer, porque la diputación
de los ministros es de la exclusiva autoridad eclesiástica, y en segundo lugar,
que solo el Sumo Pontífice y con su aprobación que debía hacerse la alteración
que se pensaba hacer en los conventos; y en tercer lugar, porque siendo usted párroco,
debe atender exclusivamente a su parroquia. Mas, si es para tener en mero
deposito la iglesia, vasos sagrados, entre otros artículos para evitar que sean
profanados, puede hacerse cargo de la dicha iglesia y demás de su culto,
haciendo presente a quien le instar, que es ilegal el compromiso a que se le
estrecha.
Por casualidad
ejercía en esos momentos la presidencia de
la republica, otro guaireño, como era el Dr. Andrés Narvarte, quien ejercía
el poder por la renuncia del Dr. José María Vargas. El Dr. Narvarte llenó la
formula de juicio en un proceso rápido ante la Corte Suprema de Justicia,
expulsando al Arzobispo Ramón Ignacio Méndez,
quien salió por el Puerto de La Guaira vía San Thomas, para radicarse por un
tiempo en Curaçao, muriendo luego cerca de Santa Fe de Bogotá en 1839.
El problema de
supresión de los conventos en 1837, donde el Padre Boset se vio envuelto contra
su voluntad, tenía todas las características de una retaliación política. En
1842 el congreso Nacional nombró al Ilustrísimo Dr. Juan Hilario Boset, Obispo
de Mérida, encargándose el prelado ese mismo año de la Diócesis cuando entraba
en franca decadencia el clero en los andes, ya no ingresaban al seminario los
hijos de las clase más altas, sino que entraba más bien los marginales de los caseríos
y comarcas, es decir, lo contrario de lo que estipulaba el desaparecido Obispo
Lora en su “Interrogatorio “de 1784.
Las clases
bajas de Mérida no querían al obispo boset porque pertenecía a la clase
pudiente, y como aristócrata al fin, le volvió
la espalda a los plebeyos y se hecho en los brazos de los señores de la ciudad.
Monseñor Boset
edificó una quinta en el extremo sureste de e la ciudad, que por mucho tiempo
fue llamada la “la Quinta del Obispo”, y cuando por las tardes salía a dar un paseo
a caballo con algunos familiares, la gente le miraba de soslayo con rabia, pues
montaba hermosos y bien educados caballos, ensillados con monturas forradas de
terciopelo y enjaezados con arneses de plata. Sobre su pecho, los brillantes
incrustados en el pectoral que centelleaba a la luz del sol. Calzaba siempre
espuelas de oro y su figura era apuesta y arrogante, y su prestancia señorial
le permitía asumir cualquiera de las dignidades humanas
Cecilio Acosta
llegó a decir de Boset: que era de “Carácter
angelical, no conoce al mal sino de nombre…..De las cosas, de los actos humanos no
se sabe si no lo justo; si lo pusieran a escribir la historia del mundo, escribiría
la del cielo. La Piedad la tiene en el corazón y como su corazón está en los
labios, su palabra es siempre amor. Versado en las ciencias morales y en la
litúrgica, dotado de prudencia consumada, de costumbres evangélicas, y enriquecido
con la erudición bíblica profunda, nada le falta para ser un pontífice digno de
la iglesia”. Al Obispo Boset le tocó ser el primero en rendir homenaje a la histórica
de la piedra santa Ana, en Trujillo, donde se abrazaron Bolívar y Morillo, ese
homenaje lo haría en 1842, y a sus expensas levantaría en ese lugar una pequeña
columna.
Cuando Boset
llegó a Mérida, por decadencia del clero los catequesis andaba muy mal, y ante
la necesidad de nuevos sacerdotes abrió el Seminario con las personas de
vocación que tuvo a la mano. Terminando sus estudios estos aspirantes, el Obispo
Boset procedió a ordenarlos en solemne misa pontificial. Sus enemigos aprovecharon esta oportunidad para
despotricar de él, irrespetándolo acerbadamente, llamándolo vividor e inconsciente,
ultrajándolo de todas maneras.
Para completar
el agravio, esas personas trajeron un burro a la ciudad y le ataron un cartón
grande en la oreja, e hicieronle llegar al patio de la residencia de Boset. El cartón
tenia este letrero: “Aquí vengo para que me orden”.
En el Palacio
Episcopal se produjo gran alarma y mucha indignación. Como era las dos de la
tarde Monseñor estaba recogido, pero un familiar entró a cuarto y con discreción
le participo lo que pasaba. El Obispo Boset se enteró de la ocurrencia y le
dijo al familiar:
-
Quítele usted ese letrero y tráigalo acá.
Al cabo de unos minutos salió el
Obispo con otro cartón escrito y le dijo al familiar.
-
Átele usted este cartón a la cola del burro, y échele enseguida a la calle. En
el cartón se leía en letras gruesas, la siguiente frase expresiva:
ORDENO LO QUE DA LA TIERRA, contestando categóricamente a la bajeza de sus
ruines enemigos. El burro cruzo las calles Bolívar y Federación, llamada
antiguamente calle El Sol, y doblo hacia el barrio Las Cuatro tiendas, donde lo esperaban sus nefastos enemigos. Al ver el
letrero exclamaron: “los burros somos nosotros”. El obispo Boset después de
este incidente no prestó más atención a
las murmuraciones de los lugareños, y siguió ordenando lo que daba la tierra.
En 1872
suspenden los seminarios de Caracas, Mérida, Maracaibo, Guayana, y Barquisimeto,
y en 1873 prohíben la aceptación de las primicias, que desde la suspensión de
los diezmos, los fieles daban voluntariamente a la iglesia. También se promulgo
la ley del matrimonio civil.
El Obispo
Boset escribe una pastoral a sus sacerdotes dando normas de actuación ante la nueva
a ley, pero Guzmán Blanco lo expulsa a pesar de estar gravemente enfermo, y
muere en el camino de su exilio 26 de mayo de 1873 como un mártir, en el sitio
de Las Porqueras, lugar cercano a La Grita, en su camino que va a San Cristóbal.
Sus restos se encuentran en la Catedral de San Cristóbal
Artículo editado por: Whylmhar Daboín
Asesor de contenido. Abílio De Oliveira