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Eloy Escobar, Litografia de 1892, El Cojo Ilustrado |
Tomando como referencia un artículo
de Julio Calcaño publicado en 1892, el poeta dramaturgo y periodista
Eloy escobar, nace el 3 de enero de 1824 en la Ciudad Histórica La Guaira,
siendo su padre don Esteban Escobar, rico y prospero comerciante de dicha
ciudad portuaria, y amigo personal de Simón Bolívar desde su infancia, y su
madre era doña Carmen Vasallo de Escobar, pertenecientes ambos a distinguidas
familias de Caracas.
No
obstante la educación que le dieron, esmerada y vasta, sin embargo no fue
completa como deseaban a causa de la precaria salud con que vino al mundo.
Enfermizo, pálido y delgado, bastaba
verle para adivinar los tormentos a que le sometía su temperamento débil y
nervioso. Parecía un niño, aprehensivo y candoroso, lleno de temores, de
cavilaciones y tristezas, que ni la hartura del bienestar modificó en su
juventud, ni atenuaron nunca los
aplausos de las multitudes, ni el amor y respeto del que le rodeaban sus
amigos.
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La Ciudad Histórica de La Guaira que conoció Eloy Escobar, mediados del siglo XIX |
Sus padres lo enviaron a
viajar por Europa desde temprana edad, y
viajó largo tiempo con escaso alivio de sus dolencias. En España dio a conocer
sus facultades poéticas y adquirió valiosas relaciones literarias.
Cuando
regreso a Venezuela, era ya un perfecto hombre de letras, si bien continuaba,
como en sus primeros años, el camino puramente romántico emprendido por Maitin
y Lozano, siguiendo la tendencia de Zorrilla. Pasado un tiempo, Eloy Escobar
se entusiasmó con la poesía de Fray Luis
de León, y en el estudio de este poeta y demás clásicos españoles, comprendió
la importancia que la belleza y la perfección de la forma tiene en las obras de
arte, y rindiendo culto a aquellas galas, batió libremente sus alas y llegó a
alcanzar envidiable nombradía, como es la de ser mayor poeta elegíaco de América
española.
Clásico en la forma y un
tanto romántico en el fondo, tal se nos muestra el genio de Eloy Escobar en el
período de su madurez, período al cual pertenecen sus silvas, sonetos y liras,
hojas imperecederas de su corona de gloria.
Idealista,
porque estaba en ello su temperamento y porque comprendía que sin el idealismo
el arte no existiría o no merecería ser llamado así, su musa se veía siempre
arrastrada al lirismo, y este impulso irresistible del numen perjudicó en alto
grado, el excelente drama titulado Nicolás Rienzi.
Dice
Julio Calcaño “Confieso ingenuamente que no me agrada ni la “Historia de una
Niña” ni el “Viaje fantástico”, pero declaro asimismo que no sé quien haya
escrito, del uno al otro extremo de la América española, liras tan magistrales
como las intituladas “Al duelo de Andalucía”, ni elegías tan sentimentales y
preciosas como “El Castillo derruido”, y otras mas”.
Aquella
amargura, aquel desencanto de la vida, aquella copa llena de lágrimas, no
provienen solo de sus ya indicadas dolencias físicas que le habían tornado
melancólico y sombrío, sino también de los golpes con que el destino quiso
probar su fortaleza.
Eloy
amó con amor entrañable, y puso en la mujer amada todas sus esperanzas de
felicidad. Casó con ella, Dios le dio hijos, mas andando los tiempos, la ruina
tocó a las puertas de su hogar, y tras la ruina entrose la muerte arrebatándole
el hijo más amado y a la mujer santa que era su orgullo y su vida. La mella que
aquellas desgracias hicieron en su naturaleza fue profunda; y desde entonces,
aunque consagrado al comercio y a las letras, que pudieron haberle distraído un
tanto, más que quejumbrosas y desesperantes.
Julio Calcaño dice que “por eso es por lo que su poesía en sus
últimos años refleja la soledad de las tumbas y parece remedar el murmullo del ciprés.”
“Bien
hubiera él querido reír con la alegría de las castañuelas, pero en su pecho no
había más que una profunda desolación; y en 1889, cuando la Academia de la
Lengua, de acuerdo con él, esperaba la mejoría de sus males para recibirle en
su seno, Dios le llamó a sí, compadecido de vida tan infortunada, o en apremio
de las grandes virtudes, de la caridad y el amor que vivían encendidos en su
noble alma”.
José Martí al enterarse
de la muerte de Eloy Escobar, escribió lo siguiente desde Nueva york en febrero
de 1888:
“Cansado, acaso, de hacer bien, ha
muerto en Venezuela Eloy Escobar, poeta y prosador eximio y tipo perfecto del
caballero americano. Hasta el modo de
andar revelaba en él benevolencia e hidalga, porque iba como quien no quiere
ser visto, ni tropezar con nadie, y junto al poderoso pasaba como si nadie lo
viese, no junto al infeliz, para quien salía a pedir prestado. Se entra en sus
paseos de mañana por las casas amigas, llevando a todos rosas con sus palabra,
que parecía ramilletes de ellas, y luz con alma ingenua, que acendra en la
desdicha su perfume; era como una limpia
vela latina, que el fulgor del sol, cuando parece el cielo acero azul,
va recalando en la ensenadas de la costa. Aunque hombre de muchos años, tuvo
razón para poner cierto afán en esconderlos, porque en realidad no los tenía.
Era esbelto y enjuto de pies y manos finas; y vestir siempre humilde; los
espejuelos de oro, no deslucían la mirada amorosa y profunda de sus ojos
pequeños; ostentaba su rostro aquella superior nobleza y espiritual beldad de
quien no empañaba la inteligencia con el olvido de la virtud, que se venga de
quienes la desdeñan negando al rostro la luz
que en vano envidia la inteligencia puesta al servicio del poder impuro.
Musa mía de mi alma
que en mi alma vives,
tú sabes que yo te amo
porque eres triste;
porque tu lira
tiene todas las cuerdas
de la elegía.
Le caía sobre el pecho la
barba.
Fue en aquellos hombres excelsos a
quienes el nacer en condición favorecida no estorba a conocer el derecho del
humilde; ni la mente postiza, que la cultura rudimentaria y falsa de las
universidades y lejos de la historia echan en los pueblos de Hispano América
sobre la mente natural, pudo entibiar nunca en aquel hijo de una casa ilustre
el sano amor a la naturaleza, que le revelaba el secreto del heroísmo
americano, sin buscarlo en Gonzalos o en Cides, y le guió a estudiar de
preferencia aquellos griegos que, más que los latinos, la conocieron y
cantaron, y aquel Luis de León, que, por lo ingenuo del sentido y la forma, le
parecía maestro cabal, de quien los ven poco tiene a Escobar por mero imitador, cuando lo
que quería el enamorado de la poesía
nueva de América como de la gracia libre antigua, era “promover una feliz y
concertada unión entre la literatura erudita española y la nuestra, tan
desmayada de aquel vigor olímpico, y escasa también de los giros de una
sintaxis mas flexible y fuerte, y de tantos nobles vocablos que ya damos por
seniles inconsultamente, y modos y frases adverbiales, y partículas que, como
blanco aljófar, esmaltan la elocución poética de los príncipes del parnaso
español, y tantas bellezas, en fin, y figuras y galas retóricas preciosas. Así
es como pudo decir, celebrando en la lira de Fray Luis la nóvela india Anaida,
de José ramón Yepes:
Y vuelta a la memoria
de la presente edad, el ultrajado
Inca de infausta historia,
El cacique esforzado
y el dolor de aquel pueblo aún no
llorado.
La gracia, el infortunio
y la virtud eran sus musas; y su don especial el de ver la elegancia del dolor,
acaso porque llevaba el suyo como lleva el caballero de raza el guante blanco.
De las flores, la violeta y la adelfa; del día, el crepúsculo; de las fiestas,
la mañana de las pascuas; de los sucesos
del mundo, jamás canta al amigo encumbrado, sino al que muere, ni al que llega,
sino al que s e despide; va por las calles siguiendo con el alma ansiosa la
nube que se deshace o el ave que desaparece, y encuentra siempre modo nuevo, y
como fragante, de comparar la pena humana a la naturaleza, y sacar de ella el
consuelo. Anticuaba sus giros de propósito; pero esto era como artística
protesta contra el dialecto becqueriano que se ha puesto de moda entre los poetas, o contra ese pampanoso estilo de la
prosa heroica y altisonante que en nuestra tierras, so pretexto de odas y de
silvas, ha llegado a reemplazar aquel candor, esencia y música, breves por su
misma excelsitud, que son las dotes de la legítima poesía. El quería labrar ánforas
de oro para guardar el aroma del amor, veteado de sangre como los jancitos, y
la gota del roció, la de llanto. No rehuía la pompa; pero había de ser esa que
trae como ornamento propio la grandeza, y se trabaja años para que pueda durar
siglos. Es su poesía como mesa de roble,
de aquellas macizas u sonoras de la vieja hechura, donde se hubiesen reunido,
por capricho del azar, una espada de 1810, un abanico de concha y oro con el
país de seda y un vaso de flores.
No era de los que,
deslumbrados por la apariencia multiforme de la sabiduría moderna, acaparan sin
orden y de prisa conocimientos de mucha copa y escasa raíz, con lo que por su
peso excesivo se viene a tierra, como esos árboles de pega que suelen clavar en
las calles de los pueblos los días de fiestas
públicas, para que parezca alamedas lo que no tiene álamos; antes era
Escobar de los dichosos que entienden que sabe más que todo el mundo el que
percibe su belleza y armonía moral que el que conoce el modo de aparecer,
lidiar y sobrevivir de las criaturas que lo habitan. Ni era de esos literatos
de índice y revista, muy capaces de refreír
en sartén lustrosos materiales ajenos, pero menos conocedores de la belleza
verdadera, y menos dispuestos para gozarla que los que, como Escobar,
estudiaron literatura con maestros depurados en el griego y el latín, no para
copiar, como los que calcan un dibujo, sus imágenes, ordenes y giros, sino para
aprender, como con lo griego se aprende, que solo en la verdad, directamente
observada y sentida, halla médula el escritor e inspiración el poeta.
Así se iba él, recordando y soñando, por aquel
valle real, más bello que los de Claudio de Lorena, en que levanta, a la falda
de El Ávila azulado, su pintoresco caserío Caracas: o “de codos en el puente”,
como Milanes, pasaba horas mirando a las hondas barrancas del Anauco juguetón,
que corretea por entre la ciudad vestido de flores, como un pastor travieso; o
engañaba los domingos en paseos amables por las cercanías, recordando, del
abrazo de un amigo, las hazañas de Páez, o los discursos de aquel otro llanero
Sotillo, que no sabía hablar del pueblo sino a caballo y con lanza, o los días de oro en que su amiga Elena Hahn, como aquella maga que sacaba flor con su
mirada al ramo seco, reunía a sus pies
el ingenio, el valor y la poesía, de cuyas fiestas y certámenes hablaba Escobar
con la ternura con que el amante respetuoso alza del fondo del cofre de sándalo
el ramo de violetas secas. Y fue lo singular que en aquella alma fina, tan
mansa en la ternura como magnifica en la
indignación, residía por igual, como en todo hombre verdaderamente superior, la
poesía y el juicio, y la misma florida imaginación que compuso cuadros
magistrales en la Elegía a Vargas, o en la “Lira” al caballero Carlos Madriz,
adivinaba con tal viveza los móviles de los hombres y el poder del interés en
sus actos, que en el oficio de corredor a que lo llevo la fortuna no había
quien combinase una proporción de remate de la deuda con mas habilidad, ni
comprador más cauto o consejero mas feliz que este insigne poeta.
Pero lo que ganaba en
este oficio ¿llegaría a manos de aquellas hijas que eran la corona de su vejez,
o se quedaría al paso en las manos de un amigo? En las del amigo solía
quedarse, aun cuando no fuese menos la necesidad en la casa propia, donde, sin
recordar lo que había dado, se preparaba, dando paseos o recitando versos, a
salir vencedor sobre los negociantes de oficio en el remate de la tarde. Y era
de ver cómo, cuándo sentía el alma a sus anchas, padecía hasta llorar por las
desdichas de sus amigos: “¿¡ Que en esto
se vean estas almas de príncipe!?, “¡Que este hombre, qué es la misma virtud,
tenga que empeñar en su tierra el reloj para comer!”, “¿Que somos, sino
sombras, los que no hemos tenido miedo a ser honrados?”, “¿Me Habría muerto ya
de la tristeza que veo, si no fuera yo como los arboles, que tienen el corazón
en el tronco!”, “¡Busco, si, busco, en emociones locas y ligeras, la
satisfacción del anhelo mortal de la hermosura y el olvido de las pena
pública!”,”¿A tal? Si, conozco a Tal; es como aquellas malezas que son por de
fuera todo fragancia y verdor y bajo cuya mentida lozanía, replegándose para
saltar sobre el viandante con más fuerza, se esconde la serpiente.” “Cuando
entré en las bóvedas (La Guaira) a
ver a Heraclio Guardia, me parecía que se pegaban a la frente dos alas de
búho.” “¡Vengan, hijas mías, vengan a decir adiós a este huésped que se nos va
de nuestra tierra; y denle para que se lleve lo mejor que tengamos!” Y la hija
mayor entro en la sal a conmovida, trayendo en las manos una caja de nacer,
¡Así eran ¡Oh Carmen! Los versos de tu padre! ¡Así, pura en la adversidad, fue
su alma alegría!.”
Eloy Escobar es un caso único. Como dramaturgo
en su obra Nicolas Rienzi (1862) hizo uso moderado del romanticismo, para
enaltecer el individualismo del protagonista, comprometido en una acción
mesiánica inspirada en un ideal de libertad. Es el primer autor que desarrolla
un tema político, al punto de relegar a la subtrama el asunto amoroso. Logra incluso, cierto rigor histórico que no se
distrae en desvaríos románticos, sino que insiste en discutir las posiciones
sociales de los personajes. Representó la gesta de Rienzi para unificar Italia
en el Siglo XIV y sus enfrentamientos a las grandes familias feudales y a los
sectores conservadores de la iglesia. El personaje histórico, de cierta
vocación mesiánica, había atraído a la
dramaturga Mary Mitford en 1828 y al novelista romántico ingles
Bulwer-Litton en 1835, cuya novela había inspirado a Wagner para su ópera
Rienzi (1842). Es posible que Escobar, como comerciante que hizo varios viajes a Europa, debió conocer
esas obras e inspirarse en ellas.
Escobar hizo del pueblo
uno de los protagonistas, en particular en el acto IV, y discutió las
relaciones sociales en un paisaje social rico con personajes que responden a la
tipología romántica, pero sin idealizarlos. Su personaje en un héroe solitario
en el teatro venezolano de su época, por su espíritu social individualista que
lo impulsa a buscar sin éxito su ideal. El discurso de la obra se consolida por
la riqueza social de los personajes: El uso escolástico de as tipologías da
fuerza a la acción: villanías, conspiración, amor imposible, etc., Pero sin
mayores elucubraciones, porque los rasgos de los protagonistas no traicionan los
sucesos de 1347, cuando Rienzi tomó con el pueblo romano la colina del Capitolio
Ademas del drama Rienzi, Eloy Escobar escribió su reconocido poema satírico “Un viaje Fantástico y “la Romería de Revilla”, entre muchos otros. Como Periodista, redactó junto con el Lic. Luis
Sanojo en Caracas, un bisemanario llamado “El Toro”, dedicado a recoger las
producciones de los intelectuales más distinguidos de 1857.
El poeta José Martí tenia tanto aprecio a Eloy Escobar que luego de su fallecimiento le dedicó un emotivo poema
A ELOY ESCOBAR
A Orestes
Pílades
No sabe el sol cuando asoma
Cuántas tristezas alumbra;
Ni el amigo cuando pasa
Callado por mi vetusta
Puerta cuánta devorante
Pena recia mi alma enluta,
Ni cuánta del mar revuelto
Viene al labio amarga espuma.
No tiene su querellosa
Flautilla cuando modula
Más que quejas de la tierra,
Memorias del cielo augustas,
Son más tristes que el que mueven
Dentro del ánima turbia
Remembranzas del pasado
Bien que en ruinas se sepulta,
Y la tibia frente orean
Con el aire de las tumbas.
Ni sabe Orestes ingrato
Como a Pílades conturban
De una niña que se queja
Cerca de él, las voces puras,
Cuando las pálidas manos
De las que amantes las buscan,
Temerosa de que el vuelo
Al cielo le estorben, hurta!
Oh! no sabe el excelente
Varón que el solar ilustra
Dónde en el cráter de un mundo
Otro mundo se derrumba,
Cuánto el que a la falda llega
Del monte verde, en penurias
De alma se aflige, y solloza
Con voces de fiera angustia
Que muerde más, por callada,
Y por sola, más asusta,
No de bellaco injuicioso
El triste Pílades cura;
Ni de cabos, ni de condes,
Que el hado resuelto encumbra;
Ni de esas aves viajeras
Que con blanda estrofa arrullan
Cuando al casto sol de gloria
O al vivo sol de fortuna
Cual en torno al mástil suelen
En los mares blancos sulas
Del glorioso o rico entorno
En corte espesa se juntan,
Para volar con los soles
Donde nuevas albas luzcan.
Mas si de Petrus in cunctis
Y de fascinables turbas,
Y de máximos señores
Vivo en venturosa incuria,
No así de la noble estima
Del varón de ánima justa
Que con alta lengua y hechos
El solar nativo ilustra.
Llegue el triste, del más triste
A alegrar la casa oscura:
Llegue con su barba luenga
Y su rica fabla culta,
Que va mansa, cual de oro
Arroyo en cuyas espumas
Rozasen las pintadillas
Alas mariposas fúlgidas.
Suelta den al padre hidalgo
El coro alegre de puras
Hijas que con invisibles
Besos, le cercan y escudan,
Y a su paso atentas vierten
De melancólicas urnas,
Blandas esencias de flores
Que la atmósfera perfuman.
Deje la jaula dorada:
Venga a la de hierro dura:
Entienda las que no salen
A la faz lágrimas turbias:
Bridas tráigase de seda (1)
Con su rica fabla culta,
Que el rebelde tigre embriden
Que en mí clava garra ruda.
Y cuando el zaguán estrecho
Trasponga de la vetusta
Casa que de Dios lo ha sido
Y del Dios que hoy priva y cura,
Y de tristes bardos muertos,
Y bardos, de muerte en busca,
Se abrirán de los naranjos
Del patio añejo en la cúpula
Blancos jazmines, gemelos
De los que adornan mi pluma,
Ora que el alma encamino
Al varón de tierra fúlgida.
Pílades
No sabe el sol cuando asoma
Cuántas tristezas alumbra;
Ni el amigo cuando pasa
Callado por mi vetusta
Puerta cuánta devorante
Pena recia mi alma enluta,
Ni cuánta del mar revuelto
Viene al labio amarga espuma.
No tiene su querellosa
Flautilla cuando modula
Más que quejas de la tierra,
Memorias del cielo augustas,
Son más tristes que el que mueven
Dentro del ánima turbia
Remembranzas del pasado
Bien que en ruinas se sepulta,
Y la tibia frente orean
Con el aire de las tumbas.
Ni sabe Orestes ingrato
Como a Pílades conturban
De una niña que se queja
Cerca de él, las voces puras,
Cuando las pálidas manos
De las que amantes las buscan,
Temerosa de que el vuelo
Al cielo le estorben, hurta!
Oh! no sabe el excelente
Varón que el solar ilustra
Dónde en el cráter de un mundo
Otro mundo se derrumba,
Cuánto el que a la falda llega
Del monte verde, en penurias
De alma se aflige, y solloza
Con voces de fiera angustia
Que muerde más, por callada,
Y por sola, más asusta,
No de bellaco injuicioso
El triste Pílades cura;
Ni de cabos, ni de condes,
Que el hado resuelto encumbra;
Ni de esas aves viajeras
Que con blanda estrofa arrullan
Cuando al casto sol de gloria
O al vivo sol de fortuna
Cual en torno al mástil suelen
En los mares blancos sulas
Del glorioso o rico entorno
En corte espesa se juntan,
Para volar con los soles
Donde nuevas albas luzcan.
Mas si de Petrus in cunctis
Y de fascinables turbas,
Y de máximos señores
Vivo en venturosa incuria,
No así de la noble estima
Del varón de ánima justa
Que con alta lengua y hechos
El solar nativo ilustra.
Llegue el triste, del más triste
A alegrar la casa oscura:
Llegue con su barba luenga
Y su rica fabla culta,
Que va mansa, cual de oro
Arroyo en cuyas espumas
Rozasen las pintadillas
Alas mariposas fúlgidas.
Suelta den al padre hidalgo
El coro alegre de puras
Hijas que con invisibles
Besos, le cercan y escudan,
Y a su paso atentas vierten
De melancólicas urnas,
Blandas esencias de flores
Que la atmósfera perfuman.
Deje la jaula dorada:
Venga a la de hierro dura:
Entienda las que no salen
A la faz lágrimas turbias:
Bridas tráigase de seda (1)
Con su rica fabla culta,
Que el rebelde tigre embriden
Que en mí clava garra ruda.
Y cuando el zaguán estrecho
Trasponga de la vetusta
Casa que de Dios lo ha sido
Y del Dios que hoy priva y cura,
Y de tristes bardos muertos,
Y bardos, de muerte en busca,
Se abrirán de los naranjos
Del patio añejo en la cúpula
Blancos jazmines, gemelos
De los que adornan mi pluma,
Ora que el alma encamino
Al varón de tierra fúlgida.
COMENTARIOS SOBRE ELOY ESCOBAR Y SU OBRA
- Gonzalo Picón Febres en “Historia
de la literatura venezolana del siglo XIX” se expresa de Eloy de
este modo: “Don Eloy Escobar fue uno peta elegíaco muy ensalzado por sus contemporáneos,
pero completamente anacrónico en su tiempo en fuerza de su fisonomía
tristemente arcaica”.
- Felipe Tejera destaca su cualidad
de orador con los siguientes párrafos: “Todavía crece la semejanza (se
refiere a la de su voz con los graves
del órgano) si la la vez que se le oye se le mira declamar, pues su rostro pálido, y poblado de luenga barba, su aguileña nariz y la delgadez de su cuerpo, son
mucha parte para que resalte en la tribuna con no se qué apariencia
fantástico-religiosa que infunde admiración y respeto”
Su elevada inspiración poética está
presente en los últimos versos de su Elegía a la muerte de Arístides Calcaño:
“Que ya su gloria vuela
como un olor de flores por el viento
i en la onda azul riela
i sube cual celaje al firmamento,
i en esta noche de profundo duelo
como estrella polar brilla en el
cielo.”
Su poema “Adiós” figura en “Las Cien
mejores Poesías Líricas Venezolanas” coleccionadas por el sacerdote jesuita
Pedro P. Barnola.
Como Periodista, redactó junto con el Lic. Luis
Sanojo en Caracas, un bisemanario llamado “El Toro”, dedicado a recoger las
producciones de los intelectuales más distinguidos d 1857.
Ademas de su obra para teatro el drama histórico “Rienzi” que figura en un volumen denominado Composiciones Literarias Escogidas en Prosa y Verso (1876) junto con su poema satírico
“Un viaje Fantastico”, “la Romeria de Revilla”, y "la História de una Niña (1875). escribió una inmensa cantidad de poemas en la prensa y revistas de la época, que valdría la pena recopilar y editar nuevamente
Articulo Editado por: Whylmhar Daboín
Asesor de contenido: Abílio De Oliveira Simao
La página de José Martí sobre la muerte de Eloy Escobar, al final, dice "¡fue su alma egregia!"
ResponderEliminary no "fue su alma alegría!, que no sería propia de Martí.